¿Cómo podemos saber entre tan variadas fuentes lo que en realidad conviene a nuestra salud?
La ciencia disponible hoy nos puede indicar el camino verdaderamente más adecuado a la constitución biológica del ser humano. Con base en la investigación científica desmarcada de intereses comerciales de ningún tipo, hoy sabemos que hay patrones de alimentación que promueven salud y otros que de forma clara y contundente generan la enfermedad.
En particular sabemos que la industrialización del alimento, acelerada durante el último medio siglo, es la primera causa del deterioro de la comida sana.
Nuestras abuelas pasaban horas en las cocinas preparando comidas cada día con base en ingredientes en verdad naturales, sin procesamientos de ningún tipo.
Hoy hemos sustituido el valor de la comida natural hecha en casa por toda clase de comidas altamente procesadas y desnaturalizadas.
Los alimentos se someten a toda suerte de procesos para alargar su vida, dar formas, colores, texturas y sabores que cautiven al consumidor y en la búsqueda de los objetivos comerciales como agradar, alargar la vida y mejorar el sabor, se ha perdido lo más importante del alimento: su poder nutricional.
El valor predominante en el alimento es ahora el valor sensorial. Transformar a cualquier costo el alimento que nos regala la sabiduría de la naturaleza en cualquier cosa que satisfaga los sentidos.
En este camino de placer sensorial, ya no interesa cumplir con la función nutricional de la comida sino que tenga buen sabor y cautive al consumidor.
Este absurdo devenir industrial está llevando a pasos agigantados a la pérdida de la salud. Hay una pandemia de enfermedades sin precedentes. En los países de occidente la probabilidad de que una persona muera prematuramente de cáncer o enfermedades del corazón ya ronda el 80 por ciento.
Sobrepeso, diabetes, artritis, osteoporosis, Alzheimer y muchas otras dolencias degenerativas son el pan de cada día y crecen a ritmos nunca antes vistos.
El vertiginoso crecimiento de las enfermedades degenerativas a sobrepasado las antiguas enfermedades infecciosas como primera causa de muerte y son ahora la causa de largas y crónicas enfermedades que azotan no solo al enfermo sino a sus familias y los estados que tienen que cubrir gastos como nunca antes en sus sistemas de sanitarios.
Volver al origen: alimentos integrales
Por fortuna quedan aún lugares en el mundo donde la gente vive con salud y longevidad. Sitios como la China rural, Okinawa o Laos son la muestra viva de que con una buena alimentación y un estilo de vida saludable se puede vivir largos años con plena salud.
Puedo sintetizar las enseñanzas de la ciencia nutricional actual en la siguiente frase: comer alimentos integrales, principalmente plantas, en su mayoría crudas y sin excesos.
Alimentos integrales son aquellos que se conservan tal y como la naturaleza los ha creado, sin ningún tipo de proceso.
Principalmente plantas significa que el alimento predominante en cualquier plato de comida debe ser de origen vegetal y no de origen animal, como es la costumbre en los países del hemisferio occidental.
Hoy sabemos que solo en las plantas se encuentran los fito-nutrientes y la mayor parte de las enzimas y antioxidantes claves para nuestro correcto funcionamiento fisiológico. También sabemos que las plantas, tanto las de tierra como las de mar (algas) contienen la mayor densidad nutricional existente. Las plantas son la base de la cadena alimenticia y sin ellas no habría vida animal en este planeta.
También sabemos que los alimentos crudos contienen todos los nutrientes y las enzimas vitales, mientras que al cocinarlos se pierden hasta en un 100 por ciento, dependiendo del método de procesamiento que se emplee.
Cuando más del 51 por ciento de nuestra alimentación está cocinada se produce leucocitosis, un ataque de nuestro cuerpo a la comida cocinada que mina la capacidad inmunológica del mismo. Por lo anterior, lo ideal es que al menos la mitad de nuestra ingesta de calorías provenga de alimentos crudos, principalmente plantas en su estado natural y dentro de ellas un alto contenido en hojas verdes como las lechugas, espinaca, rúcula, acelgas, coles, perejil, cilantro y apio, por citar algunas.
No nos sorprenderá saber que comer sin excesos es vital para nuestra salud. Sea cual fuere nuestra manera de alimentarnos, entre más carga le demos a nuestro cuerpo para procesar, mayor será su deterioro. Como cualquier máquina que se sobrecargue, disminuye su vida útil, de igual forma los abusos que recibe nuestro cuerpo al tener que procesar comida de pésima calidad y en cantidades nunca antes vistas resulta en su deterioro.
Hoy muere más gente en el mundo por sobrepeso que por malnutrición. Tenemos a nuestro alcance tanta comida y de tan mala calidad que a pesar de comer cantidades ingentes no estamos nutridos y vivimos con hambre.
Cuando se tiene una alimentación adecuada, es decir basada en alimentos integrales, con plantas como base y en su mayoría crudas, nuestro cuerpo estará bien nutrido y entonces será muy fácil no cometer excesos. Cuando consumimos alimentos de alta densidad nutricional como las hojas verdes y los vegetales, entonces no tendremos esa constante sensación de hambre y en ese escenario es muy fácil no sobrepasar los límites.
Cambiar las proporciones de los platos, haciendo que sean los vegetales los protagonistas y no los adornos de las carnes, es el mejor inicio hacia una dieta saludable. Menos alimentos animales, menos alimentos procesados industrialmente y más vegetales en estado integral, allí está el secreto.
Fuente: IMujer
Fuente: IMujer
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