Es
de la comida de donde el cuerpo saca su fuerza y su dinamismo. ¿Qué
ingredientes conviene priorizar? ¿Cómo cocinarlos y combinarlos? El alimento es
un carburante vital y necesario que reclama el cuerpo y el cerebro. Además del
placer que se siente a la hora de degustar unos productos frescos, locales y de
temporada, cada cual dispone de un potencial energético:
los nutrientes de unos construyen las paredes celulares, los de otros nutren
las fibras musculares o mantienen la vitalidad cerebral.
Algunos
de nuestros comportamientos, como comer demasiado o muy rápido, con mucha
azúcar, mucha sal o demasiada grasa, pero también mezclando estrés con café o
tabaco con alcohol, van minando a diario la vitalidad del organismo. Esto no
impide que en pocos días se pueda recuperar una buena parte de lo que se ha
perdido.
Basta con superar esta fase componiendo
platos a base de productos de temporada, poco elaborados, cocinados a punto y
consumidos en el momento oportuno, con el fin de degustar un plato cargado de
nutrientes y sabroso al mismo tiempo. Hoy queremos mostrarte las claves de la cocina
energética, ¿quieres conocerlas?
Ni demasiado cocido ni demasiado crudo
Pérdida de
minerales, de enzimas y de vitaminas, así como proteínas dañadas: la cocción no
parece que sea el mejor aliado para la vitalidad. Cuanto más fresco es un
producto, y si está poco cocinado, más cantidad de enzimas puede aportar al
organismo, aportando verdadera energía a nuestro cuerpo .
Entonces, ¿se trata de decantarse por la
alimentación cruda para recuperar un máximo de nutrientes? No forzosamente,
puesto que si la cocción los destruye en parte, también es cierto que los hace
más digestos. Los alimentos crudos y el frío cansan, hinchan, y nos hacen
perder energía, ya que el metabolismo busca calentar el alimento antes de
digerirlo.
Esto
suele ocurrir en invierno, puesto que nuestra apetencia natural se orienta
hacia una alimentación templada o caliente, que estimule la zona de asimilación
y facilite la digestión. Por lo tanto, se busca el equilibrio entre lo crudo y
lo cocido, comenzando si es posible por lo primero, con el fin de aprovechar al
máximo las enzima vivientes del segundo.
Cuidado
con la acidez
Nuestro
organismo funciona con el frágil equilibrio entre las bases y los ácidos. Mucha
acidez lo cansa, puesto que debe neutralizarla tirando de las células, las
neuronas y de los huesos, provocando al final una desmineralización.
Para restablecer
el equilibrio ácido-base basta con reducir el consumo de alimentos ácidos y
priorizar el de nutrientes alcalinos. Ten en cuenta que el carácter ácido o
suave no está relacionado con la percepción gustativa, sino con la forma que
adquiere el alimento una vez digerido por el intestino. El limón, por ejemplo,
contiene ácido cítrico, pero también sales minerales que lo hacen alcalino. El
zumo de medio limón en un vaso de agua templada por la mañana drena el hígado y
los riñones, y combate la acidez oxidante.
Por esta razón, se debe limitar el consumo de azúcares
refinados, grasas saturadas y de ácidos grasos
"trans": cereales blancos, margarina, queso, yogur, carnes, bebidas
industriales, ciertos tipos de alcohol, agua con gas, té negro, pasta,
huevos...
Sin embargo, conviene priorizar los alimentos alcalinos, como
verduras verdes y de colores, yema de huevo separada de la clara, ostras,
semillas germinadas, frutas de temporada, castañas, plátanos, frutos secos
(almendras, pasas, dátiles...), aguacate, leche vegetal...
Estas son las claves de la cocina energética:
si sientes que no te da el cuerpo para cumplir con todo lo que tienes para
hacer mañana, entonces tal vez estás errando en tu alimentación. Sigue nuestros
consejos y cuéntanos cómo te has sentido.
Fuente: IMujer
Fuente: IMujer
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