A cada estado del alma le corresponde una actividad física que ayudará a controlarlo con suavidad. Por ejemplo, la cólera nos da ganas de golpear con el puño, el miedo corta la respiración, la tristeza provoca las lágrimas, la amargura hace pensar…
Toda agitación del alma modifica el ritmo cardíaco, la respiración, la actividad muscular y cerebral, exactamente como el deporte. Razón por la cual, cuando una persona se ve sumergida en cierta negatividad, el ejercicio físico puede ayudar a encontrar el equilibrio.